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Hay que ver los antecedentes de la relación Chávez-Zelaya para entender por qué se genera la visceral alteración del mandatario venezolano. El depuesto presidente hondureño era el más reciente beneficiario de la llamada franquicia castro-chavista, paquete de acciones destinado a asesinar el Estado de Derecho y perpetuar gobernantes en América Latina.
Zelaya, ya saliente del gobierno, dejó de lado la centro-derecha para declararse socialista, seguramente con la boca hecha agua ante la jugosa petrochequera caraqueña. Se incorpora al ALBA, a Petrocaribe y a cuantos beneficios ofrece el chavismo expansionista a los cachorros de su imperio. Y remata con un cuento harto conocido: se saca del sombrero el comodín de la constituyente, para abolir las instituciones y torcer al Estado, de manera que quede a su medida. Esta historia ya la hemos visto en Bolivia y Ecuador.
Ciertamente hay puntos oscuros en el episodio hondureño y parece no haberse cumplido con la totalidad de los pasos legales para destituir al Presidente. Pero es un tema que los mismos poderes deben resolver. Ver a Raúl Castro pontificando sobre democracia y clamando por un bloqueo a Honduras, es algo simplemente digno de una buena comedia. Costará mucho poner orden en el sainete chavista que contagia, para su desgracia, a unas cuantas naciones. Pero la solución de la crisis hondureña nos arrojará luces al respecto.
David Uzcategui
Concejal Municipio Baruta Estado Miranda
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