13 octubre 2009

A mi casa no entra la política @ramonmuchacho



Revista Caras . Editorial Televisa

El ex Prefecto de Caracas y ex candidato por el partido Primero Justicia a la Alcaldía de Chacao, Ramón Muchacho, es un padre y esposo como pocos. Criado en el seno de una familia cerrada y conservadora en la que todos sus integrantes hacen gala de un claro sentido de pertenencia. De ahí que este integrante de la nueva cantera de políticos venezolanos disfrute tanto de la paternidad y, como parte de las generaciones de hoy, asuma, sin chistar, todos los compromisos inherentes al rol de papá que exige la vida moderna. Conversamos con él una luminosa tarde de sábado, poco después de que terminó de jugar fútbol con Ramón Alfredo, su hijo mayor, en el jardín de la casa, una actividad que resulta en una deliciosa escena de padre e hijo divirtiéndose y que es seguida, con gozo, por la niña de la casa y por su esposa, la bella Ana Luisa Pantin, quien está a la espera de María Fernanda, su tercer retoño, que nacerá justamente a fines de este mes.

¿Cómo conociste a Ana Luisa?

Cuando vine a Caracas a estudiar en la UCAB. Ana Luisa era presidenta del Centro de Estudiantes de su colegio y estaba organizando la fiesta de grado. La conocí el día que fui a comprar las entradas para asistir a esa actividad y quedé prendado de inmediato. Fue amor a primera vista, me encantó y desde ese primer momento supe que me iba a casar con ella. ¡Cómo en las películas!

¿Y qué fue lo que tanto te gustó de ella?

Zuliano al fin, yo pensaba que las maracuchas eran más bonitas que las caraqueñas, pero apenas vi la cara de Ana Luisa cambié de opinión (risas). Lo primero fue una atracción física pero, inmediatamente, a medida que la fui conociendo, todo fue más allá y esa es la gran diferencia. Es una mujer con una formación muy sólida, con fuertes valores familiares. Con ella se puede tener todos los hijos del mundo porque es una mamá ejemplar, dedicada por completo a sus hijos.

¿Estar metido en política, un trabajo que no sabe de tiempo, nunca ha sido una incomodidad para la relación de pareja?

Ese es un tema complejo que exploramos mucho antes de casarnos. Sí, es un gran sacrificio estar en política, desde el punto de vista de pareja, para la familia. Es también un sacrificio económico y profesional. Pero Ana Luisa lo ha sabido llevar, me ha acompañado y apoyado en los momentos que lo he necesitado. Sin embargo, ese es un gran tema en nuestra relación de pareja, lo que eso implica para nuestra familia, tratar de buscar un balance entre querer hacer cosas propias y ayudar al país, pero sin colocar sobre los hombros de mi esposa y mis hijos un peso imposible de cargar.

Pero a ella le hace feliz saber que hay un Ramón al que le apasiona su país y que, aunque en estos tiempos hacer política tiene unos riesgos enormes, no estoy más que trabajando por una Venezuela más justa, más segura, más próspera y que esa es la Venezela que quiero para mis hijos.

¿Cuál es la clave entonces para lograr ese aire de felicidad que se respira aquí?

Tratamos de que en nuestra casa no entre la política, pero no tanto para hacer de la casa un búnker en el que nos aislemos. Hablamos muy poco de eso con los niños, ya los chicos en Venezuela están demasiado expuestos al tema, simplemente, creemos que todavía están muy pequeños para entender, queremos que ellos, en algún momento, tengan el criterio para discernir lo que está pasando. Lo otro es que siempre tenemos tiempo para nosotros, algo que hacemos mucho es salir a comer afuera, solos sin amigos ni nadie, vamos a los sitios y es un momento nuestro. La mayoría de nuestras discusiones y grandes conversaciones son en torno a la mesa, en torno a la comida; conversamos mucho, y debo reconocer que, en buena parte, es gracias a Ana Luisa porque es más abierta y conversadora que yo.

¿Eres de los hombres que les ofende lavar un plato sucio, tender la cama...?

(Risas) Para nada, pero las tareas domésticas, las tenemos muy bien definidas. Ella no tiene que preocuparse en que voy a fallar haciendo la parte que me corresponde. Me encargo, por ejemplo, en el tema de las provisiones, me involucro en todo lo que tiene que ver con pagar las cuentas de la casa, servicios, colegio, impuestos, mantenimiento de carros; todo lo que tiene que ver con lo económico y administrativo es mi responsabilidad. Hago oficios básicos pero no tengo problema en pagar a un especialista que sabe su trabajo y lo hace bien, yo no trato de hacer el trabajo de ellos y, afortunadamente, ellos tampoco tratan de hacer el mío... (Risas). Y llevar a los niños al colegio es una tarea compartida, generalmente, depende de la agenda que tengamos.

¿Sientes que eres un súper papá?

Yo trato, le pongo todo el empeño, pero es muy difícil saberlo. Pero al final esa es una pregunta que sólo los hijos pueden responder y la responderán en el futuro. Yo lo que quiero es que ellos tengan la figura de su padre en presente, que tengan un hogar donde hay un padre y ya eso es bastante en un país como Venezuela donde, lamentablemente, la paternidad irresponsable es una constante. Lo único que yo quiero dejarles son unas herramientas para que sean felices y triunfen en la vida. Yo no les quiero abrir el camino sino darles las herramientas, trato de cuidarme mucho con eso porque creo que el principal riesgo que corren los padres de hoy, es el de ser sobreprotectores, el castrar a nuestros hijos y resolverles todos los problemas. He tratado de crearles responsabilidades de acuerdo con su edad y que aprendan a manejarse.

Soy un padre amoroso, pero exigente. Ellos tienen claro quiénes son la autoridad aquí, eso es bueno para ellos, así se inculcan valores, se establecen jerarquías. No es que seamos padres duros e inexpresivos como los de las generaciones pasadas, pero tampoco al punto de consentirlos todo el tiempo...

¿O sea que no eres de los que anda de besos y amapuchas con tus hijos?

¡Claro que sí! Y mucho. Confieso que yo no era así, pero eso cambió con la llegada de los niños, de mí hacia ellos e inclusive hacia mis padres. Creo que los niños entre más chiquitos están dependen más del tacto; yo los abrazo, les digo constantemente cuánto los quiero y lo orgulloso que estoy de ellos, los felicito cada vez que hacen las cosas bien.

Ya con la niña que viene en camino serás un experto. ¿Cambias pañales y todo?

(Risas) Sí, desde el primero, cuando nació lo cambié, lo bañé, le di tetero, lo dormía, le canté hasta decir basta cualquier canción de cuna y le hacía el burrito, es decir, lo envolvía con la cobijita porque no había forma que se durmiera si antes no lo enrollábamos con los bracitos pegaditos, yo era el experto en eso.

¿Qué le dirías a un padre joven como tú, que está criando a sus hijos en la Venezuela actual?

Clarísimo: que tenemos la responsabilidad de inculcar a nuestros hijos valores democráticos y un fuerte sentido de amor por la libertad; que no pierdan de vista que estamos formando a las generaciones del futuro y en ese sentido, nuestros hijos jamás pueden acostumbrarse a vivir en un país donde no haya democracia, deben tener criterios, no ser ciudadanos sumisos a los caprichos de nadie. Obedientes y sumisos sólo a Dios -los que, como nosotros, creemos en él- y al imperio de la ley.

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