A lo largo de estos diez años, ha habido innumerables acusaciones de "quintas columnas" en la oposición. Hemos recibido emails con historias de todo tipo sobre Rosales, Borges, Ravell, Petkoff, López, Ramos, Bardasano, etc... etc. Cada vez que hay una pelea entre dirigentes opositores, uno llama vendido al otro pero nunca presenta pruebas.
Esta situación es igual o peor en el mundo militar, el Gobierno ha generado desconfianza entre los Oficiales. Dentro de la Fuerza Armada nadie sabe quién es quién, nadie habla y ni dice lo que piensa.
Entre tanto, la milicia bolivariana adquiere fuerza, el narcotráfico se infiltra y el paramilitarismo se desarrolla, con el mutismo total de nuestros generales, que se miran de reojo el uno al otro y, prudentes, callan.
Esta situación es igual o peor en el mundo militar, el Gobierno ha generado desconfianza entre los Oficiales. Dentro de la Fuerza Armada nadie sabe quién es quién, nadie habla y ni dice lo que piensa.
Entre tanto, la milicia bolivariana adquiere fuerza, el narcotráfico se infiltra y el paramilitarismo se desarrolla, con el mutismo total de nuestros generales, que se miran de reojo el uno al otro y, prudentes, callan.
Pero la existencia de estas historias beneficia sólo al Gobierno, de hecho, son un pilar importante de su dominación. En política, mientras se pueda sembrar la duda y la división en los oponentes se tiene el juego ganado. Estoy consciente de que debe haber miles de infiltrados en nuestras filas, algunos comprados y otros presionados con asuntos personales, familiares y hasta sexuales (como a un magistrado del TSJ a quien el Gobierno tomó fotos, en medio de una relación homosexual).
Sin embargo, pararnos un minuto a darle vida a estos cuentos desvía la atención de lo importante, al fin y al cabo, estas historias no son comprobables y lo único que generan son elucubraciones, dudas y temores que sirven de base al totalitarismo.
La guerra sucia comunicacional es algo que los cubanos conocen bien y que el comunismo desarrolló en la Unión Soviética, de forma muy profesional. No es extraño que el Gobierno la utilice tan hábilmente. Lo que asombra es que desde la oposición hagamos eco de ella, cayendo como tontos en la desarticulación y el recelo. Para denunciar a un infiltrado deben presentarse pruebas, si no se le hace el juego al Gobierno y el acusador puede pasar a ser el acusado.
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